una danza constante
La arena viaja, incansablemente, arrastrada por las corrientes, por el viento y por las olas. Antiguamente, el mar la depositaba en la playa para que continuara su ruta natural, desde Las Canteras hasta la playa de Las Alcaravaneras, formando un extenso campo de dunas que se extendía por todo el barrio de Los Arenales (de ahí, su nombre). La construcción del paseo y de los edificios en la zona impiden, en la actualidad, su paso. Por ello, la arena se acumula en Las Canteras.
La arena de la playa está en constante movimiento. En invierno, la zona de la Puntilla, al norte, acumula gran cantidad de arena procedente del resto de la playa y La Cicer, al sur, deja al descubierto cantos rodados (callaos) de gran tamaño. En verano, pasa lo contrario, La Cicer se convierte en una extensa playa de arena procedente de la parte norte de la playa y de los bancos de arena sumergidos en la bahía.
La seba es una hierba marina que antaño formaba extensas praderas en esta bahía, hoy otras algas como la Cymopolia barbata han ocupado su lugar. Multitud de animales viven y se refugian en sus bosques. Es tal la importancia de este ecosistema que la playa sirve de lugar de reproducción y guardería para muchas especies.